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ISSN 1989-4163

NUMERO 24 - VERANO 2011

Todos Somos Yoguies

Adán Echeverría

Luego de su divorcio, Mercedes acudió a varios psicólogos para intentar controlar sus pensamientos, y el rencor no cedía. Intentó el catolicismo, se descubrió como servidumbre de los sacerdotes. Hasta que una tarde, que el insomnio la expulsó de la cama a las 5 de la mañana, se puso sus jeans y salió rumbo al parque mas cercano a caminar hasta cansarse.

El parque estaba colmado de practicantes de yoga, que esperaban los primeros rayos del sol. Quiso ignorarlos y caminó alrededor del mismo, pero no podía quitarles la vista de encima. Decidió sentarse en una banca frente a ellos, y admirar sus evoluciones.

Al terminar la clase un hombre se le acercó, dijo ser el maestro: Mi nombre es Humberto, he visto que te detuviste a mirar la clase, veo en tu mirada que no tienes paz, ven y cuéntame.

La plática se prolongo en un café. Mercedes se sentía totalmente enriquecida y plena ante Humberto, quien la escuchaba y siempre tenía una palabra justa para hacerla sentir mejor.

Mañana empezaremos, le había dicho, buscaremos tu paz interior, sanar tu espíritu, intentaremos lograr que la meditación vaya calmando esos rencores que no te dan tranquilidad. Tranquiliza la mente y la vida te será plena. Mercedes le preguntó si no quería almorzar en su casa, y hacía ahí se dirigieron.

Horas mas tarde, Mercedes no cabía en si misma, había alcanzado ocho veces el orgasmo y Humberto no había perdido la erección, y no había derramado una sola gota de semen.

No te gustó, preguntaba ella a cada rato, pero él le decía, me fascina, he tenido multiorgasmos energéticos, la expulsión del semen es sólo para los tontos que buscan el placer en el exterior; contener el semen, y guardar la energía, hace que uno prolongue las sensaciones, que uno pueda obtener placeres que hoy no puedes imaginar, pero que poco a poco te podré enseñar.

La noche llegó, Mercedes no cabía de felicidad. El día entero lo había pasado con Humberto y estaba segura que nada había sido mejor que este encuentro.

Él la dejó dormida.

Mercedes despertó a media noche, se duchó y no podía arrancarse la sonrisa del rostro.

A la mañana siguiente llegó de nuevo al parque, deseosa de comenzar la instrucción, un maestro diferente dirigía la clase. Preguntó por Humberto pero nadie había escuchado de él. Al regresar a casa, pudo darse cuenta de que le habían robado la joyería.

Yoguie

 

 

 

 

 

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